Iglesias Cristianas de Dios

[CB68]

 

 

 

Las Bendiciones y Maldiciones de Deuteronomio 28

 

(Edición 1.0 10092006-10092006)

 

Este planeta fue diseñado y construido a propósito para prosperar bajo la adherencia de la Ley/orden de Dios también conocido como el Pacto de Dios, que para sorpresa de muchos sigue siendo vinculante. A menos que las naciones observen los estatutos de ese Pacto, seguirán recibiendo las maldiciones fijadas bajo ese pacto. Entonces, ¿qué son estas bendiciones y maldiciones y qué debemos hacer para comenzar a recibir las bendiciones que se expresan en ese Pacto?

 

 

 

Christian Churches of God

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(Derechos Reservados © 2006 Peter Donis, ed. Wade Cox)

(tr. 2011)

 

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Las Bendiciones y Maldiciones de Deuteronomio 28

 


La mayoría, si es que no todos, han jugado algún tipo de deporte o han estado involucrados en algún tipo de actividadPara que el deporte o la actividad se desempeñen correctamente y sea disfrutado por todos, requiere algunas pautas o reglas. Cada deporte tiene su propio código de conducta o libro de reglas. Las reglas están ahí para que todos sepan lo que pueden y no pueden hacer. Para evitar discusiones, debe haber una regla para todos. No puede haber normas diferentes para diferentes personas, de lo contrario no es justo y las personas terminan estando molestas y empiezan a discutir.

 

Cuando todos siguen las mismas reglas, los nuevos en el juego son capaces de unirse sin mucha dificultad y son menos propensos de ser un estorbo o molestia par alguien. Todos pronto saben que es aceptable y que está fuera de límites. Cualquier persona o equipo que vaya fuera de las reglas es rápidamente corregido o sancionado de manera que los que siguen respetando las reglas del juego disfruten al máximo de ellas.

 

Ningún deporte se juega 24 horas al día, 7 días a la semana. La mayoría de los deportes tienen pausas o períodos de descansos entre el juego para permitirles tanto a los jugadores, como al campo de juego, tiempo para recuperarse. De lo contrario los jugadores se agotan, sufren lesiones y, finalmente, llegan al punto del colapso. El campo de juego exuberantemente verde pronto se convertiría en polvo, ya que no obtendría el mantenimiento necesario y el descanso que necesitaba también. Teniendo descansos también da a los jugadores la oportunidad de escuchar las instrucciones y/o correcciones de sus entrenadores.

 

Bueno, el Plan de Dios para este planeta y la humanidad es más o menos parecido. Para continuar con la analogía deportiva, el campo de juego que Dios nos ha proporcionado a todos es lo que conocemos como el planeta Tierra. Él lo diseñó con ciertas reglas y regulaciones que tenemos que seguir si queremos vivir una vida feliz y abundante, y para el planeta para que sea capaz de producir la recompensa rica y abundante que es capaz de lograr.

 

Dios ha establecido determinados períodos de descanso en la creación, los cuales son conocidos como sábados, Lunas Nuevas y Días Santos. Ellos son ley, lo que significa que tienen que ser guardados (2Cro. 31:3). Son momentos en los que descansamos de nuestro trabajo para que podamos adorar al Único Dios Verdadero y refrescarnos. La tierra y las bestias del campo también se benefician cuando observamos las leyes de Dios. 

 

Las reglas del juego son conocidas como la ley o los mandamientos. Algunas veces son referidas como el Pacto de Dios. Todas las leyes de Dios se encuentran escritas en su Santa Biblia. En sus páginas también están las recompensas y los castigos que recibimos cuando elegimos obedecer o desobedecer sus órdenes. Se encuentran en Deuteronomio capítulo 28 y son conocidas como las bendiciones y las maldiciones. Cuando seguimos y obedecemos las leyes que Dios nos ha dado, vemos cómo Dios es perfecto. Ninguna de sus normas duele nada ni a nadie. Todos y todo florece. Ellas hacen que la vida valga la pena.

 

Este planeta fue diseñado y construido a propósito para prosperar bajo la adherencia de la Ley/orden de Dios. El pacto de Dios fue ofrecido primeramente a la nación de Israel y los términos de este Pacto son vinculantes aún hoy, nada ha sido abolido (Lev. 24:8). A menos que las naciones de Israel vuelvan a obedecer a Dios, van a seguir recibiendo las maldiciones fijadas bajo el Pacto. Todas las demás naciones han recibido esta misma oportunidad de entender y beneficiarse de la sabiduría de Dios y recibir estas mismas bendiciones por la obediencia a este mismo Pacto hecho posible gracias al sacrificio de su Hijo, Jesucristo.

 

Las reglas de Dios tienen que guardarse si queremos vivir una vida pacífica, feliz y abundante. Ninguna de ellas debe ser ignorada, no importa lo trivial que pueda parecer. Las únicas leyes que ya no se guardan hoy en día son las relativas a los sacrificios físicos que Cristo cumplió. Aparte de eso, toda la estructura de la ley sigue vigente. Si es una de las leyes de Dios, entonces sabemos que es verdadera y perfecta y el mal no se puede encontrar en ella. Si salimos de los límites y transgredimos (es decir, rompemos) la Ley de Dios para la creación, es conocido como pecado y la pena tiene que ser pagada.

 

Por la mayor parte de su existencia, la raza humana no ha jugado de acuerdo a las normas de Dios. Todas las leyes de Dios se pueden resumir en dos grandes mandamientos (véase Mt. 22:37-39), que se expanden a lo que hoy conocemos como los Diez Mandamientos. Todas las leyes de Dios, estatutos y mandamientos caen bajo uno de estos diez mandamientos.

 

Nuestro fracaso a vivir dentro de la ley de Dios nos hace trampas. Creemos que al no obedecer la ley de Dios respecto a cosas como el diezmo, o guardar los años Sabáticos de la tierra acumularemos más riqueza para nosotros mismosPero en realidad le estamos robando a Dios (Mal. 3:8), y robándonos a nosotros mismos de tener una relación de amor con nuestro Dios y las recompensas que sólo nuestro Dios puede traer que son paz, seguridad y abundancia lo cual ninguna cantidad de dinero puede comprar.

 

Para restaurar nuestra relación con Dios, una pena o sacrificio tenía que ser pagado. Dios envió a Su Hijo, Jesucristo, uno del Ejercito Angelical, para ser el único en ser nacido como hombre. Él vivió una vida perfecta, respetando todas las reglas que Dios tenía en mente para nosotros. Porque nunca rompió un mandamiento y por lo tanto no peco, se convirtió en el sacrificio aceptable.

 

Su sangre pagó la pena que cada uno de nosotros obtuvo a través de la desobediencia a los mandamientos de Dios. Ahora, todo el mundo, en todas partes, es capaz de convertirse en un niño (hijo) de Dios y recibir una herencia eterna a través del arrepentimiento y el bautismo para el perdón de los pecados, cuando aceptamos a Cristo como nuestro Señor y Salvador. Esto no se puede ganar. Es proporcionado libremente por la gracia de Dios (Rom. 5:15).

 

Dios quiere que todos nos arrepintamos y seamos bautizados para que todos podamos estar en el mismo lado. Cuando somos bautizados en Cristo, nos convertimos en una parte de lo que se conoce como el cuerpo de Cristo (1Cor. 12:27). Nos circuncidamos nuestros corazones y así nos convertimos en Judíos espirituales internamente (Rom. 2:29). No importa en qué país vivamos, o qué idioma hablemos, todos recibimos esta misma oportunidad. Las reglas que Dios nos ha dado están ahí para que todo el mundo pueda ir. Todo el mundo es igual ante Dios. Nadie es menospreciado o tratado de manera diferente.

 

De nuestra conversión y subsecuente bautismo nos convertimos en parte del Israel espiritual. Como parte de esa ciudadanía, por necesidad, estamos obligados a entrar en el Pacto de Dios. Un pacto es una promesa hecha por dos o más personas vinculándolos a su palabra en cuanto a cómo se tratan unos a otros. Es un contrato en otras palabras.

 

Éx. 19:5 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. (SRV)

 

Una nación no es excluida de la observación del Pacto por el motivo de no ser descendientes físicos directos de Abraham. Los que están circuncidados de corazón en el Espíritu son Judíos internamente (Rom. 2:29). Dios no hace acepción de personas. Por lo tanto, Dios es capaz y está dispuesto a levantar la nación de la India, por ejemplo, por encima de todas las naciones en un período muy corto de tiempo si ellos eligen arrepentirse de su idolatría y todos a su vez de todo corazón regresan a Dios y guardan su pacto.

 

No hay ningún lugar en este planeta en el que las leyes de Dios no se apliquen. Se aplican a la tierra y al mar. Nada fue pasado por alto cuando Dios creó la Tierra y consideró por cuales leyes esta creación seria gobernada. Las leyes de Dios están en consonancia con su carácter perfecto.

 

Hay un solo Dios. Él no ha consentido dos o más calendarios diferentes o sábados o días santos que nosotros como cristianos debemos observar. Dios no nos quiere usando un calendario que pospone Sus Días Santos. Él nos quiere usando el mismo método y calendario que Moisés recibió instrucciones de usar y el que Cristo siguió durante el período del Templo. Todo el mundo es instruido de cumplir con el mismo calendario con el fin de evitar confusiones y argumentos, que sólo conducen a la ira y el odio. Todos nuestros problemas se derivan de nuestra aplicación errónea de las leyes de Dios y el calendario.

 

Veamos ahora un aspecto de la Ley de Dios, es decir, las leyes que regulan los alimentos del mar, y demuestran cómo las cosas trabajan juntas y cómo las cosas se deshacen cuando las leyes no se cumplen.

 

P. ¿Cuál es la regla referente a lo que es limpio y agradable para comer del mar?

R: Los animales marinos (del mar) deben tener aletas y escamas para ser aceptables.

 

Lev. 11:9-12 Esto comeréis de todos los animales que viven en las aguas: todos los que tienen aletas y escamas en las aguas del mar, y en los ríos, estos comeréis. Pero todos los que no tienen aletas y escamas en el mar y en los ríos, así de todo lo que se mueve como de toda cosa viviente que esta en las aguas, lo tendréis en abominación. Os serán, pues, abominación; de su carne no comeréis, y abominareis sus cuerpos muertos. Todo lo que no tuviere aletas y escamas en las aguas, lo tendréis en abominación. (SRV)

 

Si el animal marino no tiene aletas ni escamas, entonces esta fuera de las leyes y fuera de los límites para que comamos. Dios en su sabiduría perfecta ha considerado que no es bueno para nuestro cuerpo y para la creación en general. Él sabe lo que es mejor para nosotros, porque Él nos diseñó.

 

P. ¿Tiene un tiburón (también conocido como escama cuando es comprado en almacenes como alimento en Australia) aletas y escamas?

R. No, no tiene. Así que eso significa que esta fuera de los límites de acuerdo a las normas que Dios ha puesto en marcha para esta creación física. Los tiburones no fueron diseñados para ser comidos, sino que fueron creados para mantener los océanos limpios y para controlar otras especies de una superpoblación.

 

P. ¿El salmón y el bacalao tienen aletas y escamas?

R. Sí, ambos tienen aletas y escamas así que son buenos para comer según la ley de Dios.

 

P. ¿Los cangrejos, langostas u ostras tienen aletas y escamas?

R. No, y no deben ser comidos. Ellos no son aptos para el consumo humano. Tienen un propósito diferente que no es suministrarnos de alimentos. Mantienen los mares limpios y son vitales en la cadena alimenticia.

 

Cuando seguimos la ley de Dios con respecto a los animales marinos nos encontramos con que tenemos aguas limpias con una gran cantidad de criaturas marinas. Las normas en relación a lo que podemos y no podemos comer de las aguas son bastante simples y cuando nos aferramos a ellas encontramos que la cadena alimenticia - que el pez grande se come al pez más pequeño - continúa trabajando perfectamente. Si tomamos a una de esas criaturas marinas fuera de esa cadena alimenticia que se supone que no debemos comer, entonces ponemos a todos los otros animales arriba y abajo de la cadena alimenticia en peligro, así como a nosotros mismos.

 

P: ¿Qué pasa si seguimos sacando criaturas marinas impuras del mar para comer?

R: Cada criatura marina será afectada a largo plazo. Cada animal marino morirá eventualmente. 

 

Las leyes de Dios atan todo conjuntamente. Debido a que las leyes de Dios para un manejo apropiado del mar no son acatadas, estamos viendo una disminución dramática en el número de peces. La práctica de la pesca de arrastre está destruyendo los ecosistemas del océano. Los países que permiten esto y no están manejando cosechas están descubriendo que han pescado sus propias existencias. Son entonces obligados a buscar dentro de los límites costeros de otros países que ya están bajo presión. La nación de Australia, por ejemplo, pronto podría encontrarse en esta situación, siendo inundada con barcos rastreadores de otros países que buscan reservas de peces.

 

Todo en este planeta, si se quiere sobrevivir en abundancia, depende de las leyes de Dios siendo guardadas. Si las leyes de Dios no se guardan, entonces todo eventualmente cae y termina en muerte. Esa es la lección que debemos aprender.

 

Estamos siendo testigos del planeta muriendo lentamente bajo la presión de nuestra desobediencia a las leyes de Dios. La prueba es abrumadora, estamos destinados a destruir todo ser viviente en este planeta a menos que nos arrepintamos y comencemos a obedecer las leyes de Dios. Estas leyes no se han perdido ni se han corrompido, como algunos quieren hacernos pensar para excusarse de adorar y obedecer al Único Dios Verdadero. Es una cuestión de obediencia.

 

Pero siempre hay quienes no quieren jugar con las reglas y hacen que sea difícil para todos los demás que lo hacen. Algunas personas dicen que las leyes de Dios ya no son necesarias que se guarden o que ahora están clavadas en la cruz por así decirlo. Pues se equivocan. Jesucristo, el hombre más grande y más importante que haya vivido en este planeta, dijo:

 

Mt. 5:17-19 No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasara de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos. (SRV)

 

Cristo nos dijo que no tuviéramos una idea equivocada de por qué había venido. Dice claramente que él no vino para que las leyes o los escritos de los profetas pudieran ser eliminados. Mientras que haya un cielo y una tierra, las Leyes de Dios permanecerán en vigor y se deben seguir.

 

La sirena no ha sonado, como se dice, en lo que respecta a guardar las Leyes de Dios y nunca sonará, sino que durará para toda la eternidad. (Vamos a tener que esperar a la siguiente fase de la creación, cuando la creación física ya no exista, y todos seamos seres espirituales para ver qué aspecto de la ley se transformará). Pero por ahora, mientras todavía tengamos un cielo y una tierra, ni siquiera la más pequeña de las normas será eliminada.

 

Si vamos a llamarnos cristianos, entonces, debemos seguir a Cristo e imitarlo. Un cristiano es alguien que se ha arrepentido y ha sido bautizado en el cuerpo de Cristo y ahora es obediente al Pacto de Dios, guardando las Leyes de Dios como Cristo, que no sólo las guarda, sino que las magnifica (Mt. 5:28). Eso significa guardar los Sábados, Lunas Nuevas y Días Santos tales como la Pascua y la Fiesta de Tabernáculos de nuestro Dios y Padre.

 

Veamos ahora algunas de las bendiciones o recompensas que Dios nos promete si nos comprometemos a cumplir con su pacto. Se encuentran en Deuteronomio capítulo 28. Vemos que:

 

1. Él nos pondrá por encima de todas las demás naciones que no le adoran y guardan su ley. Vamos a ser su alegría y seremos los número uno a sus ojos y todas las demás naciones lo verán (Deut. 28:1).

 

2. Todo el mundo de la nación compartirá las bendiciones, los que viven en el campo y los que deciden vivir en las ciudades (Deut. 28:3).

 

3. Los padres serán bendecidos con muchos hijos y bisnietos. Todo el mundo tendrá los medios para apoyar no sólo a sí mismo, sino también a sus familias y comunidades, y fluirá a todas las demás naciones (Deut. 28: 4).

 

4. Nuestros graneros y despensas estarán rebosantes de una abundancia de alimentos frescos, y la tierra será capaz de sustentar a un gran número de ganado. No tendremos que comprar alimentos de otros países, como el trigo para hacer pan, ni tendremos que importar los rebaños de ganado vacuno u ovino para comer carne limpia. Tendremos más de lo que necesitemos y seremos capaces de vender nuestro excedente a otras naciones de modo que nuestro país será aún más rico. Otras naciones se volverán dependientes de nosotros (Deut. 28:5). 

 

5. No importa a dónde vayamos, seremos bendecidos, ya sea yendo o viniendo. Ningún daño o desgracia nos alcanzará. No habrá nada que temer. Todas nuestras necesidades serán suplidas (Deut. 28:6).

 

6. Dios se asegurara que ninguno de nuestros enemigos nos supere o derrote. ¡Cuando nuestros enemigos vengan de una dirección, Dios los pondrá a correr en siete diferentes direcciones! (Deut. 28:7).

 

7. Dios Nuestro Señor bendecirá todo lo que hacemos, y la tierra nos dará tanto grano para hacer las cosas como panes y cereales que nuestros almacenes siempre estarán llenos. Dios se asegurará de enviar la lluvia en el momento adecuado para que nuestros cultivos obtengan la cantidad correcta en el momento adecuado y nuestros animales tendrán mucho pasto. Vamos a encontrarnos en una posición en la que podremos dar de comer tanto como para dejar espacio para la cosecha de la última temporada. Nunca nos quedaremos sin nada y nunca tendremos que pedir a otros países que nos suplan nuestras necesidades. Siempre seremos el prestamista (Deut. 28:8).

 

Dios promete entregar cada una de sus promesas si obedecemos su Pacto. Seremos una tierra que mana leche y miel. El resultado final de guardar el Pacto de Dios es que Él promete hacernos su propia nación santa sobre todo el pueblo en la Tierra. Todo el mundo tendrá temor de nosotros y miedo de hacernos daño (Deut. 28:9). Nunca vamos a estar bajo el control de otras naciones. Esto sólo ocurrirá si nosotros, como nación, respetamos el Pacto de Dios. Todos tenemos nuestra parte que desempeñar en esto y nadie está excluido de guardarlo. No hay excusa.

 

Veamos ahora algunos de los castigos o maldiciones que vamos a recibir como nación cuando no obedecemos la ley de Dios y Su Pacto.

 

1. No importa dónde estemos, ya sea en el campo o la ciudad, no vamos a escapar de las consecuencias de no cumplir los mandamientos de Dios. No habrá un lugar en toda la tierra que no se verá afectado (Deut. 28:16).

 

2. El producto que una vez lleno nuestras cestas se reducirá hasta que no haya nada. Veremos que los alimentos que una vez tomábamos ser reducido en corto plazo (Deut. 28:17).

 

3. Veremos la cantidad y la calidad de nuestros productos disminuir. Nuestra nación no será bendecida con abundancia de hijos, ganado o rebaños. Las oportunidades de empleo disminuirán. Lucharemos para mantenernos. Nos damos cuenta que no somos capaces de competir con empresas extranjeras, más y más de nuestros trabajos terminaran yendo ahí. Nuestro poder adquisitivo se reducirá (Deut. 28:18).

 

4. No importa dónde vayamos, los problemas y las desgracias nos aquejaran. De nuestros líderes hacia abajo, no seremos capaces de tomar decisiones sabias que traerán paz y prosperidad. Vamos a estar plagados de confusión, decepción y profunda paranoia. Nada funcionará adecuadamente y la felicidad será de corta duración (Deut. 28:20).

 

5. El Señor Dios enviará enfermedades que no sólo nos afectaran a nosotros, sino que también a nuestro ganado y nuestros cultivos en el campo. Nuestra tierra será invadida por malezas (Deut. 28:21-22).

 

6. Un castigo por no obedecer a Dios es calor perdurable y sequía. El agua será escasa y lo que una vez era abundante será racionado. El cielo será tan inflexible como el bronce, y la tierra será dura como el hierro. Nuestras reservas se habrán agotado. Las cosechas abundantes serán cosa del pasado (Deut. 28:23).

 

7. Nosotros, como nación, seremos superados. Nos encontraremos con que nuestros enemigos se han llevado nuestras casas y todas nuestras pertenencias. Esto podría hacerse por medios físicos o financieros. Dios permitirá que otras naciones se levanten contra nosotros y nos castiguen. Además de eso, las maldiciones que cayeron sobre Egipto serán reenviadas ​​sobre nosotros y vamos a estar en un estado constante de miedo, tristeza y opresión.

 

En vez de vivir en paz y prosperidad, estaremos siempre en un estado de pánico y terror (Deut. 28:25-27). Las libertades que una vez teníamos nos serán quitadas y serán reemplazadas por un gobierno opresivo y autoritario.

 

Nos encontraremos siendo dependientes de otras naciones con nuestra comida y ropa. Otras naciones se harán más ricas mientras nosotros seremos más pobres. Vamos a encontrarnos con una deuda cada vez mayor. Si continuamos negándonos a ofrecer los sacrificios de justicia y negándonos a confiar en nuestro Señor Dios (Sal. 4:5), no tendremos nada que ofrecer, excepto a nosotros mismos como esclavos a otras naciones para poder sobrevivir. Lo peor de todo es que vamos a caer más y más lejos de Dios. Vamos a engañarnos a nosotros mismos pensando que lo que estamos haciendo es agradable a la vista de Dios (Mal. 1:7). Dios nos dará la espalda para no escuchar nuestros gritos o aceptar nuestras oraciones. Tampoco reconocerá cuando ayunemos. Vamos a ser consumidos por la espada, por el hambre y la peste (Jer. 14:12). Vamos a encontrar más gente inclinándose adorando a los ídolos de piedra, madera, oro y bronce.

 

Dios ha puesto muy en claro en cuanto a las consecuencias que traerá sobre nosotros mismos a través de nuestra obstinación en negarnos a obedecer sus leyes establecidas en su Pacto. Dios dice: “¡He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición!” No ayer o antes, sino hoy; ahora.

Deut. 11:26-28 He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido. (SRV)

 

Cada nación tiene una opción si desea recibir las bendiciones o maldicionesLas leyes de Dios son tan relevantes para nosotros hoy como lo eran en la época de Enoc, Noé, Moisés y Cristo. No se pueden ignorar ni barrer bajo la alfombra. Cuanto más tiempo las dejamos, cosas peores vamos a recibir.

 

No depende de nosotros elegir cuál de las leyes de Dios nos gustaría guardar. Tampoco depende de nosotros descartar las que no nos gusta o encontrar inconvenientes. Si rechazamos un mandamiento rechazamos todos los mandamientos. Las leyes de Dios son perfectas (Sal. 19:7), justas (Sal. 119:172) y una (en verdad) (Sal. 119:142) al igual que él es (Mt. 5:48; Esd. 9:15; Deut. 32:4). Somos llamados a ser un pueblo santo (Deut. 26:19) al igual que Dios, quien nos llamó, es santo (1 Pe. 1:15).

 

Tenemos que comprender que la Ley de Dios es un paquete completo. No fue diseñada para ser dividida o rota en pedazos. Lamentablemente, la mayoría de la corriente principal del cristianismo hoy en día cree que está haciendo lo correcto para Dios. Profesan obedecer y adorar a Dios y al mismo tiempo desprecian Sus Leyes y llegan tan lejos como para decir que ya no son necesarias, y que de alguna manera fueron clavadas en la cruz. Ellos se han alejado de Dios y le roban y ni siquiera lo saben.

 

Mal. 3:6-12 Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En que hemos de volvernos? ¿Robara el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En que te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los Ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramare bendición sobre vosotros hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos. (SRV)

 

Dios quiere obediencia de acuerdo a las leyes y mandamientos atribuidos por el que se encuentran en su Biblia. Él no quiere excusas.

 

Mal. 1:12 Y vosotros lo habéis profanado cuando decís: Inmunda es la mesa de Jehová, y cuando decís que su alimento es despreciable. (SRV)

 

A los que dicen que las leyes de Dios no son validas, deberíamos preguntarles ¿cuánta más muerte y destrucción debemos presenciar? ¿Cuánto más dolor y tristeza hemos de soportar antes de darnos cuenta de que las perfectas leyes de la libertad de Dios son las únicas soluciones a una marcha en espiral a la ruina total? ¿Cuántas personas más deben morir debido a la hambruna, la peste y la enfermedad? ¿Cuánto tiempo mas las personas deben vivir con miedo, ira y desesperación? ¿Cuánto tiempo más vamos a esperar para darle a Dios la obediencia que Él y sus órdenes merecen?

 

Afortunadamente, nuestro Dios es Dios de misericordia y de compasión. Dios dice, “…y probadme ahora en esto, dice Jehová de los Ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramare bendición sobre vosotros hasta que sobreabunde” (Mal. 3: 10).

 

Él está dispuesto y esperando para revertir todas estas maldiciones que hemos traído sobre nosotros mismos si estamos dispuestos a cambiar nuestra manera de vivir y de pensar y empezamos a cumplir y obedecer su palabra fielmente. 

Así que la pregunta ahora es ¿a qué esperamos?

 

 

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